2023 – Publicación del Agustina Ruiz Bellingeri (Revista Heterotopías) sobre la obra de Hilda Zagaglia

Publicación original: Revista Heterotopías, v 6, n 12

Área de Estudios Críticos del Discurso, FFyH, UNC

Córdoba, diciembre de 2023. ISSN: 2618-2726

Universidad Nacional de Córdoba

ORCID: 0009-0005-9414-7824

 

Por Agustina Ruiz Bellingeri

agusttina.ruiz@gmail.com

 

Acerca de: Zagaglia, H. (2023). De lo inasible a lo visible. Córdoba: Bosquemadura.
La obra de Hilda Zagaglia está llena de contrastes, encuentros y desencuentros. En ella hay vida y muerte. Hay un arriba y un abajo. Hay mujeres y animales. Hay auras y tierras. Hay mapas y superposiciones. Hay formas de encontrarse y otras de perderse. La tensión atraviesa los cuerpos, es una fuerza que nos arrastra hacia el pasado, hacia algún origen y también una mirada que no puede dejar de observar con amor y espanto al presente.

Jaguareté Abbá (1987) Acrílico y óleo sobre chapadour, 100 x 143 cm.
Fotografía de Pablo Becerra (Zagaglia, 2023: 154).

Los límites entre el arte, la política, el mito y el territorio se difuminan, prácticamente no existen, y la artista lo sabe: el primer apartado del libro reza “Un arte político” y aloja una cita de Zagaglia que funciona a modo de clave de lectura: “El arte es como un viaje que nos transporta de un lugar y de un tiempo a otro y nos lleva hacia adelante en el intento de redimir lo silenciado, mostrar lo inefable, hacer visibles el olvido y la ausencia.” (Zagaglia, 2023, p. 4). En Hilda Zagaglia, De lo inasible a lo visible, los juegos entre ausencia y presencia adquieren un rol central por la voluntad de hacer visible, tanto en su obra como en los textos que nos presenta, a aquellos y aquellas que fueron invisibilizados. La editorial de arte cordobesa Bosquemadura comparte la impronta ética que atraviesa la obra de Zagaglia y procura en sus publicaciones evitar el daño a la naturaleza, es por ello que el volumen sólo se encuentra disponible digitalmente.

Resulta difícil cualquier intento de dar cuenta de la obra de una artista con más de cuarenta años de trayectoria, no importa cuán extenso sea el texto o cuánto empeño pongan en su escritura sus autores. Es por ello que el volumen procura en sus cuatro grandes apartados– “Tierra y memoria”, “Cuerpos y veladuras”, “Cajas, pájaros y nubes” y, por último, “Cenizas y arenas”– realizar una lectura de la obra de la artista visual presentando a su público recorridos posibles. En un gesto de generosidad, el libro recoge también parte de su producción, en gran medida inédita hasta el momento, y la comparte con sus lectores/espectadores para que se lancen a la aventura de trazar sus propios recorridos con las herramientas brindadas por la crítica.

Zagaglia inició su trayectoria en 1980 y desde entonces participó en decenas de exposiciones y recibió gran cantidad de premios y distinciones, aunque su obra no sea debidamente reconocida en Argentina y en su provincia natal. Quienes publican y escriben en el libro lo saben y vienen a reparar este error: como lo destacan los autores, su profusa producción atraviesa numerosas transformaciones sin dejar de hablar a nuestra contemporaneidad. El lazo entre pasado y presente es uno de los ejes de sentido que atraviesan los análisis porque en la obra de la altagraciense las temporalidades confluyen superpuestas, fragmentarias y contradictorias. De ello dan cuenta las atentas y cálidas lecturas realizadas por Alejandra Ciriza, Natalia Encinas, Renato Miracco y la misma Zagaglia, enfocadas en develar algunos de los sentidos que habitan sus trabajos artísticos.

Los diferentes ensayos comparten la claridad en la escritura y las preocupaciones analíticas y en su discurrir tiran de los distintos hilos que atraviesan la obra de Zagaglia, el tiempo, el espacio, lo político, lo mítico, el olvido y el recuerdo, para tensar una trama que lleva largo tiempo tejiéndose. Prueban además que en las diferentes dimensiones que adopta la obra de la artista hay preocupaciones, temas e imágenes que se iteran y las rastrean en sus sucesivas transformaciones.

Ausencias y presencias

En “Hilda Zagaglia: mapas, cajas, semillas y bolsas. Cartografiar el tiempo y el cuerpo” (pp. 43-48), la investigadora mendocina Alejandra Ciriza realiza una operación de lectura que evidencia la tensión y conexión entre pasado y presente, en estrecho vínculo con su trabajo de construcción de genealogías feministas situadas. Para hacerlo se sirve de la observación y retoma conceptos de teóricas como Haraway y Korol y artistas como Le Guin, entre otras. Los conceptos de territorio y cartografía articulan este ensayo, realizado a partir de la observación de las obras, pero también fruto de una larga investigación que incluyó materiales diversos, como entrevistas y textos críticos. A partir de estas nociones trabaja con el cuerpo y la memoria y aquellas inscripciones y reinscripciones de las que son objetos, en una dinámica que denuncia las lógicas opresivas y las formas que adopta su resistencia.

Por otro lado, el análisis de Ciriza del barroquismo característico de la obra de Zagaglia conecta a la artista con su territorio en una relación que acorta las distancias entre el sincretismo y el mestizaje de los murales barrocos de las construcciones jesuitas de Alta Gracia y el que se configura en los cuadros y retablos de la artista. La investigadora de Cuyo observa la apropiación y resignificación de elementos que parecieran pertenecer a un pasado difuso, surcado de ausencias y olvidos, y que, al ser observados en su conjunto, dibujan la particular cosmovisión de Zagaglia.

El entramado en el que pasado, presente, opresión y resistencia se encuentran cruza también el texto de Natalia Encinas, que desde una perspectiva de género se enfoca en las figuras femeninas que habitan la producción de Zagaglia y el trabajo de reelaboración de imágenes canónicas. La autora parte de la premisa de que las obras desafían las tramas del poder y se inscriben en la crítica a representaciones dominantes. Para hacerlo recorre minuciosamente la presencia de corporalidades femeninas y reconoce una serie de formas en las que estas se presentan: a modo de subversión iconográfica en el trabajo con lo religioso, en la reapropiación de las heridas y del rol activo tantas veces negado a las mujeres en el arte y en el trabajo con lo mítico occidental y originario. Por último, Encinas retoma la cuestión de la territorialidad trabajada también por Ciriza, esta vez vinculada intrínsecamente al cuerpo.

Cuerpo sangre que hace sangre (2004) Objeto caja, 36 x 50 cm. Óleo collage sobre tela, 40 x 30 cm.
Fotografía de Norberto Lorenti. (Zagaglia, 2023, p. 52).

Cuerpo sangre que hace sangre (2004) –una de las cuarenta obras recogidas en la publicación– puede ser pensada a partir del aparato analítico montado por Ciriza y Encinas. La pintura muestra en el interior de una de las cajas que pueblan las últimas etapas de la producción de Zagaglia a una mujer envuelta en algo que parece ser fuego, aunque también puede ser la sangre a la que refiere su título, tocando un corazón rojo, desnudo en el medio del pecho. A su alrededor hay una profusión de imágenes superpuestas, fragmentarias: ojos, lunas, peces, estructuras se confunden entre el ocre y el celeste. La imagen no tiene, en un primer momento, una referencia religiosa o bíblica femenina directa. Como lo advierten Ciriza y Encinas, en muchas de las pinturas de Zagaglia aparecen transformadas pero reconocibles vírgenes y figuras que remiten a la Pachamama u otras figuras míticas femeninas. Pero aquí una de las asociaciones posibles es con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Los elementos retomados, como el corazón, las manos y la gama de colores que suele ser la del rojo y celeste, se reelaboran para dar lugar a un opuesto: la imponente imagen de una mujer desnuda, con una expresión perturbadora y rodeada de elementos dispuestos caóticamente que poco tiene que ver con la serenidad que impregna al ícono clásico y que al centro señala su corazón. La subversión de los sentidos ejercida allí por Zagaglia es doble. Como en un sueño, las imágenes que nos habitan, desencajadas, desconfiguradas, son las que de manera impredecible se hacen presentes en su trabajo. La asociación no es insólita, de más está decirlo: su obra lleva las marcas del sincretismo religioso característico del territorio en que Hilda produce. Y el cuerpo como territorio lleva las marcas de lo sagrado, pero también de la violencia.

El crítico de arte Renato Miracco realiza, en una suerte de anudamiento, un análisis que se desplaza de la obra y se centra en la figura de la artista. En un registro culto y cercano, Miracco se aproxima a las formas de creación a través de las cuales Zagaglia –mujer, ninfa y nómade– construye su punto de vista y nos lo comparte. En su escrito, titulado “Hilda Zagaglia, pequeños pasos para abrir la puerta y escuchar la noche” (pp. 107-124), invita a pensar lo oculto de sus creaciones, destaca la dimensión profunda y oscura de las obras y retoma sus aspectos espirituales y esotéricos para pensarlos en conjunto a las lecturas política e históricamente situadas de Ciriza y Encinas. En la perspectiva de Miracco, la obra de Zagaglia tiene un fuerte componente onírico que tiene como particularidad el uso de materiales residuales, “pobres” y que se vincula con la obra de otras artistas que la antecedieron, como Hilma af Klint.

Reinos implicados (2020) Óleo sobre tela, 20 x 30 cm.
Fotografía de Pablo Becerra (Zagaglia, 2023, p. 95).

En Eisejuaz, de Sara Gallardo, el protagonista es un indio wichi que lleva ese nombre y que, según considere el lector, experimenta un delirio místico o una especial conexión con un Dios tan cristiano como animal. Eisejuaz se encuentra especialmente conectado con lo divino: lo escucha en las cosas, en los animales, en la tierra, el agua y los árboles. En uno de los momentos álgidos de la narración el protagonista se acerca a unos árboles, alza los brazos y hace un llamado a sus ángeles:
Hay tres algarrobos juntos y allí levanté los brazos: Ángel del anta, haceme duro en el agua y en la tierra para aguantar el agua y la tierra. Ángel del tigre, haceme fuerte con la fuerza del fuerte. Ángel del suri, dejame correr y esquivar y dame la paciencia del macho que cuida la cría. (…) Vengan, díganme, prendan sus fuegos, hagan sus casas, cuelguen sus hamacas en el corazón de Eisejuaz. (Gallardo, 2000, p.31)

El fragmento forma parte de la cadena de asociaciones que emergieron después del primer contacto con la obra de Zagaglia y la crítica que se publica en el libro digital: los desplazamientos, los árboles, lo animal, lo religioso, los pares de opuestos, el fuego, los corazones, las casas/cajas. Al igual que le sucedió a Zagaglia, a pesar de los reconocimientos obtenidos, la obra de Sara Gallardo estuvo durante muchos años relegada, alejada del ojo público, muchas veces inaccesible para los lectores. En Eisejuaz –como en los cuadros recogidos en el volumen– hay politicidad y misticismo sin moraleja, sin orden, sin pretensiones de nobleza. En Aura latente, Ticio Escobar vincula las imágenes producidas por algunas culturas indígenas con el quehacer del arte contemporáneo contrahegemónico. Al respecto, afirma que ambos crean “imágenes capaces de enturbiar la transparencia del theatrum mundi, burlar el círculo de la representación y lanzarse obstinadamente a iluminar indicios posibles de sentido” (Escobar, 2020, p. 225). De alguna manera, esto sucede en la obra de Zagaglia y de Gallardo: no hay una búsqueda de representación mimética y sí una clara búsqueda de nuevos sentidos a través de personajes e imágenes dislocadas. Siguiendo a Escobar, podemos afirmar que ambas tienen un sentido político en tanto “desafían la estabilidad de los signos concertados en clave productivista; contradicen el esteticismo blando del mercado total; buscan, en fin, renovar el quehacer incesante de las preguntas” (Escobar, 2020, p. 225). Existe, en ambas producciones, un llamado a la escucha de las voces olvidadas que recorren el árido territorio americano y que la violencia de la colonización no puede acallar.

Los textos que conforman el volumen dan cuenta, desde diferentes perspectivas, de que en el corazón de la obra de Hilda Zagaglia, como en el corazón de Eisejuaz, habitan los dioses, los animales, la vegetación, los símbolos, el caos y la claridad. Mundo al que, al detenernos en sus trabajos visuales, podemos acceder. Como ella misma lo menciona en “La interrupción, el desequilibrio, pintar el caos y bocetar sus límites” (pp. 147-155), al reconstruir su proceso de producción las imágenes se desencajan y, a partir del sincretismo, procuran interrogar a sus espectadores sobre nuestros modos de existir, de permanecer y de estar en la tierra.

De lo inasible a lo visible muestra las formas posibles de recorrer y habitar la obra de Zagaglia. Y, a través de las múltiples lecturas, llegar a su corazón.

 

Referencias

Escobar, T. (2020). Aura latente. Estética/Ética/Política/Técnica. Buenos Aires: Tinta Limón.
Gallardo, S. (2000). Eisejuaz. Buenos Aires: AGEA.
Fecha de recepción: 30 de agosto de 2023
Fecha de aceptación: 06 de octubre de 2023